los picoletos
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«Veo aquí al Niño de Elche con los picoletos -picoletos debería escribirse siempre con minúsculas- y entre sus manos no sé lo que tienen. No sé si son armas o herramientas. No se, exactamente, si me están mostrando una caja de herramientas o una armería. Caja de herramientas que no se sabe si son armas o útiles, cosas que sirven y que aquí se muestran en exposición. Una exposición de herramientas, de cosas útiles y que no se sabe si son armas, si son violencias. El martillo puede clavar y desclavar, puede aplastar y conformar y el martillo es también un arma de guerra.»
Pedro G. Romero
«Todo en la exposición de los picoletos era una especie de memorial. Pero un memorial divertido —no macabro funerario ni necrológico retrospectivo—, dedicado al punk.
Aquello era realmente un espacio saturado en el que había de todo y se notaba que eran dos tipos que, sin ningún género de dudas, se habían divertido.
Con una estética skater y juvenil pero no por ello naif ni infantilizante. Con una especie de retromanía crítica pero también una reactivación de ciertos procesos de la música y de la intensidad cultural que se despliega en la calle.
(..) los picoletos pues, de repente, venían con una cuestión que tenía algo así como la informalidad y la provocación no tontorrona de aquellas exposiciones de Mike Kelly, de Raimond Pettibon o de Paul McCarthy, cuando también se acercaban a las escenas del punk.
[El catálogo] recoge a la perfección el batiburrillo ultra hiper-baroco que tenían montado con ese tipo de monumentos funerarios y a la vez una especie de invocación al espectro para que volviera a atravesar su cuerpos y dotarles de una energía frenética. Una publicación que también corresponde perfectamente al comportamiento de estos artistas que ya en su propia denominación, los picoletos, están hablando de las ganas que tienen de desplegar una especie de estética o práctica del arte gamberra.»
Fernando Castro Florez